Una maldita tentación

—Te extrañé tanto Ricciardo —Alessandro le dijo.

—Yo te extrañé más —respondió Ricciardo.

—¿Cómo está Connie?

—Ella está bien.

—Espera un minuto, ¿cómo estás llamándome? La manada no tiene una red de teléfonos.

—Eh, seguí al alfa a una manada vecina donde hay red —respondió Ricciardo.

—Awwn, lo seguiste sólo para hablar conmigo —dijo Alessandro.

—Sí, eso fue lo que hice —dijo Ricciardo.

—¿Dónde está Connie? ¿Vino contigo?

—Nah, ella dijo que prefería quedarse en casa.

—Por cierto, ¿cómo está el Alfa?

—Es amable, gentil, dulce.

—Hmmm, calma con los cumplidos, ¿Connie piensa lo mismo de él?

—Ella declaró desde el primer día que no era su tipo.

Alessandro se rió por teléfono.

—¿Es él de tu tipo? —preguntó a Ricciardo.

El corazón de Ricciardo dio un salto. ¿Lo sabía su hermano?

—¿Por qué estás callado? Sólo estaba bromeando.

—Oh, bueno, es un buen chico, supongo.

—Me alegro mucho de que me hayas llamado. Quería hablar contigo desesperadamente —dijo Alessandro.