Lavanda y Jayden yacían en la cama abrazados el uno al otro.
—Estoy feliz de que nuestro hijo esté aquí —dijo Lavanda. Jayden murmuró en acuerdo.
—El pobre ha pasado por mucho ya, ha presenciado la muerte de sus padres, ¿qué podría ser más traumático que eso? —preguntó Lavanda tristemente.
—Depende de nosotros darle una buena vida y compensar todo el trauma por el que ha pasado —dijo Jayden a Lavanda.
Escucharon un grito fuerte y ambos saltaron de la cama; el grito había venido del cuarto de Nikita.
Llegaron y lo encontraron revolcándose en la cama, parecía que estaba teniendo una pesadilla.
—No, no mates a mi padre, no mates a mi mamá —gritó.
Jayden y Lavanda se miraron el uno al otro, sus ojos llenos de simpatía por este niño que a tan temprana edad había sido forzado a presenciar un trauma más allá de su comprensión.
Lavanda se acercó a la cama y suavemente despertó a Nikita. —Nikita, despierta, es solo un sueño —le dijo en una voz calmada y reconfortante.