Era como un instinto, como un niño llorando en su interior. En ese momento, cuando la extensión de lona cerúlea llenaba su visión; nada más importaba.
No el controlador del portal que lo miraba sorprendido mientras salía corriendo. Ni los otros usuarios parpadeando con asombro. Ninguno. Nada. Ni siquiera Bassena.
Todo lo que le importaba era acercarse tanto como pudiera a esa extensión de azul. Desafortunadamente, el portal estaba ubicado en un observatorio sobre el acantilado, por lo que solo podía llegar hasta la barandilla de la plataforma del portal, sintiéndose sin aliento cuando todo lo que quería hacer era absorber tantos aromas como pudiera.
Y luego sintió una mano cálida en su espalda, acariciándolo como para aliviar sus pulmones para que pudiera respirar de nuevo. Y así lo hizo, inhalando el aire, el aroma, los colores, el ruido--
Uno a uno, sus sentidos funcionaban de nuevo, y se deleitaba en la sensación de algo que antes no era más que una fantasía para él.