—¿Puedes moverte? —preguntó Bassena a Ron.
El explorador no estaba tan malherido como antes, nada se estaba deshaciendo, pero aun así... estaba mal. Estaba empapado en sangre y pálido por la deficiencia de maná.
—No —respondió el hombre después de terminar de maldecir la experiencia de ser dispersado dos veces por fragmentos—. ¿Alguien puede conseguirme la caja en el bolsillo de mi pecho?
—Yo—yo lo haré —ayudó el defensor del puesto avanzado, quien se sentía mal por apenas hacer algo, y ayudó al explorador a encender una aguja dorada que Radia le había dado como agradecimiento por aquel primer ataque de fragmento.
—Haa... déjame tener esto un poco y me levantaré de nuevo —dijo el hombre mientras inhalaba maná profundamente en su interior, llenando su sistema vacío nuevamente.