—¡Hermano Zein!
—¡Zein!
Dos figuras pequeñas, ambas con largos cabellos atados en diferentes colores, se detuvieron en el porche de la casa del lago y entrecerraron los ojos una a la otra, escrutándose. Ambas se hacían la misma pregunta sin palabras: ¿quién eres tú?
—Dejen de hacer tonterías y entren —Zein rodó los ojos y les hizo señas con los dedos.
—¡Hermano Zein!
—¡Zein!
Las mismas alegres bienvenidas se podían escuchar de nuevo, esta vez junto con pasos saltarines mientras corrían hacia el guía otra vez, abrazándole como niños que ven a sus padres después de un largo campamento de verano.
—Es un imán para guías, ¿verdad? —Mizar se rió mientras entraban a la casa del lago y vio a su guía bloqueado en un concurso de miradas otra vez con la misma chica más joven.
—Haa... ¿qué se puede hacer? —Bassena se encogió de hombros y estrechó la mano del gemelo mayor—. ¿Pensé que solo vendrías por la boda?