Como Agni esperaba, Ron se cansó después de un tiempo, por no hablar de que tenía hambre, así que se detuvo y se lanzó a la cama con fastidio. Giró la cabeza hacia la bolsa térmica que el berserker le había dejado, mirándola fijamente con ojos de odio hacia su superficie metálica mientras su cerebro trataba de sopesar el hambre contra su orgullo.
El sonido de quejido de su estómago decidió por él.
—Necesito energía si quiero enfrentarme a ese maldito gigante —murmuró mientras arrebataba la bolsa térmica.
El contenido era... no muy deseable: pan, cecina, barras de proteínas, sopa... ¿enlatada? Pero, de nuevo, era Fronteriza, y no era muy diferente a lo que él había empacado en su mochila, —joder, ¿dónde está su bolsa?!