Un suave golpe llamó la atención de Mauve hacia la puerta. Giró la cabeza hacia la puerta cuando una voz la llamó. No había necesidad de eso, ya podía adivinar quién estaba detrás de la puerta.
—Princesa, soy yo —la aguda voz de Rosa resonó en la habitación.
Mauve se dirigió a la criada que le cepillaba el cabello —¿Podrías dejarla entrar?
—Por supuesto —respondió ella, inclinando la cabeza.
Ella retiró su mano del cabello de Mauve y colocó el cepillo sobre la mesa del tocador antes de dirigirse a la puerta.
Antes de que pudiera llegar a la puerta, Rosa dio otro golpe impaciente. —Ya casi estoy en la puerta, Milady —respondió la criada.
—Apúrate —replicó Rosa, el sonido de sus tacones golpeando el suelo llegó a los oídos de Mauve y ella no pudo evitar sonreír.
La criada abrió la puerta de golpe y Rosa entró rápidamente, pasando por delante de la criada y dirigiéndose directamente hacia donde Mauve estaba sentada en la esquina de la habitación.