—Entre en diez minutos —les dijo a los sirvientes. Hicieron una reverencia y asintieron antes de salir por la puerta.
Mauve frunció el ceño ante la orden tan específica. Intentó no pensar mucho en ello, pero le sorprendía hasta dónde estaba llegando Jael para asegurarse de que ella no pudiera oler lo que fuera que fuera.
Se sentó en la cama meditabunda. Estaba un poco molesta de que no pudiera ver nada desde aquí. Lo menos que se merecía era un espectáculo, después de todo lo que había pasado.
Mauve se palmoteó las mejillas ante su tren de pensamiento. El estrés debía estar afectándola.
Escuchó un suave chapoteo de agua mientras Jael entraba en la bañera. Entrecerró los ojos tratando de ver, pero fue en vano.
No tuvo más remedio que confiar en sus oídos. Lo escuchó comenzar a frotarse el cuerpo y sonaba violento.
Mauve entró en pánico durante unos segundos. ¿Se había caído en excremento de caballo? Aunque a ella no le hubiera importado, Jael parecía muy insistente.