—¡Está tarde! —dijo Jael, evidente su ceño fruncido.
Mauve casi esperaba que golpeara la mesa con su palma por lo enojado que sonaba. A la Dama Marcelina parecía costarle ningún esfuerzo meterse bajo su piel.
—Es de esperar —dijo Luis suavemente mientras trataba de desescalar la situación—. Ella acaba de llegar hace apenas diez minutos. Es normal que se retrase un poco.
—Démosle cinco minutos más. Estoy seguro de que sabe que la última comida comenzará pronto.
—¿Pronto? —preguntó Jael sarcásticamente—. Debía haber comenzado hace más de diez minutos. Además, no hay razón para esperarla. Ella siempre puede unirse a nosotros cuando lo desee.
—Unos minutos más no harían daño, ¿verdad Mauve?
Los ojos de Mauve se agrandaron mientras miraba a Luis en shock. ¿Por qué la arrastraba a esto? No quería estar en medio de lo que fuera que estuviera ocurriendo. Podía decir que no iba a salir bien.
—¿Deberíamos esperar unos minutos más? —preguntó Jael.