625. Distracción

—¿Ahora mismo? —preguntó Mauve, una mezcla de horror y emoción en su voz.

—Sí. Ciertamente podría usar la distracción —la voz de Jael bajó.

—¿Fue tan malo? —ella preguntó, frunciendo el ceño ante el cambio en su tono.

—Podrías decir eso —él respondió—. Pero basta de hablar —dijo, acercando su rostro al de ella.

Jael se inclinó, su aliento cálido contra su mejilla, sus ojos hundiéndose en los de ella. La tenue luz de las velas parpadeaba, proyectando sombras en las paredes del estudio. Mauve sintió que su corazón latía rápido y su estómago se anudaba. La mano de Jael acarició suavemente su rostro, su toque enviando un escalofrío por su columna.

Sin otra palabra, él cerró la distancia entre ellos, sus labios encontrándose con los de ella en un beso ferviente. La sorpresa inicial de Mauve se desvaneció, y ella respondió con entusiasmo, sus dedos dirigiéndose instintivamente a su cabello. Enredó sus dedos entre los mechones y tiró ligeramente, deshaciendo la coleta.