667. Aceptación a regañadientes

Jael llevó a Mauve fuera de su dormitorio hacia el comedor. Explicar lo que había hecho fue más fácil de lo que había esperado, y a ella no le disgustaba la idea. Ya sabía que no lo haría, pero era una situación completamente diferente cuando tenía que decirle. La miró hacia abajo y sonrió. Mauve lo atrapó mirándola y frunció el ceño, pero no por molestia, sino más por confusión.

—¿Mill dejó algún sitio sin limpiar? —preguntó ella.

—Ja —respondió Jael—. ¿Por qué siempre piensas eso?

—Porque aunque me sonríes, todavía hay una mirada muy seria en tus ojos.

Él parpadeó.

—Porque te estoy mirando intensamente —respondió.

Ella se rió y se recostó contra él, pero no dijo nada más.