Mauve abrió los ojos y se vio envuelta en los brazos de Jael. Debió haberse quedado dormida. No podía imaginar cuánto tiempo había estado durmiendo, pero no debía ser mucho. Lo primero que notó fue que alguien la había limpiado. Seguía desnuda, y Jael solo tenía puesta su camisa.
—Estás despierta —dijo él, levantando la cabeza para poder mirar su rostro.
La tocó ligeramente en la mejilla mientras la evaluaba y se levantó de la cama sin esperar una respuesta.
Mauve lo observó caminar hacia el borde y tirar de la cuerda para llamar a Mil. No regresó a la cama; en cambio, caminó directamente hacia la puerta de su habitación. ¿Su habitación? Mauve se incorporó. ¿Cuándo había llegado aquí?
Escuchó un golpe justo cuando Jael abrió la puerta. Usando su cuerpo para bloquear el espacio que la puerta había creado, aceptó la comida y cerró la puerta. Caminó de regreso a la cama y colocó la comida sobre ella.
—Deberías comer ahora —dijo—, antes de que te llegue otra oleada.