Las comisuras de los ojos de Jael se arrugaron mientras observaba a Mauve, incapaz de reprimir la sonrisa que se extendía por sus labios ante su entusiasmo. Su alegría le hizo olvidar momentáneamente los peligros que venían con todo esto.
—¿Te estás riendo de mí? —preguntó ella, deteniendo su parloteo cuando todo lo que él hizo fue sonreír y asentir a sus palabras.
—No —negó él con la cabeza y la atrajo hacia sí, descansando su cabeza sobre su pecho—. Solo estoy feliz de que estés emocionada.
Realmente lo estaba, iba a ser padre. No había tenido tiempo de detenerse a reflexionar sobre el aspecto positivo de esto.
—Todavía no estoy muy contenta contigo —murmuró contra su pecho.
—Lo sé, y lo siento. No fue mi intención ocultártelo —dijo en voz baja.
Mauve hizo un puchero. Probablemente debería estar más enojada, pero estaba demasiado feliz para detenerse a pensar en algo malo ahora mismo. Además, era difícil seguir enojada cuando él daba una disculpa tan sincera.