—La-Lan 'er —balbuceó Padre Lin, sintiéndose incómodo y un poco avergonzado. Frente a él se encontraba su esposa cuya belleza parecía haber sido congelada en el tiempo. Esos ojos llorosos que lo miraban seguían siendo tan hermosos como cuando la vio por primera vez, incluso después de diez años esos ojos mantenían su preciosa inocencia intacta sin haberse manchado. Esos pequeños labios parecían tan besables como cuando sostuvo a Zhao Lan en sus brazos por primera vez tras su matrimonio y unido a la delicada cintura y esbelta figura de su esposa, a Padre Lin le surgía de repente el impulso de enterrarse en el suelo y no salir nunca.
Su esposa parecía una pequeña princesa mientras que, por otro lado, él se parecía a un sapo que aspiraba a un cisne.