—¿Madre? —Lin Yan, quien estaba más cerca de madre Lin, sintió su corazón atravesado por una flecha; las palabras de su madre eran como vidrio fundido derramándose en sus oídos—. ¿Qué... qué dijiste? ¿Qué acabas de decir? ¿Le dijiste a Wan Wan que fuera a ese templo?
Madre Lin bajó la mirada hacia sus manos; sabía que ya no podía ocultarlo más. Entonces, tomó una respiración profunda y asintió con la cabeza.
—Es cierto, esta mañana Wan Wan vino a verme y preguntó de dónde saqué la cuerda. Sabía por qué preguntaba esto o, se podría decir, tenía una sospecha. Cuando me lo preguntó fingí no saber qué estaba ocurriendo en su cabeza y luego... le di el nombre del templo y la dirección también. Lo siento, debí haberles dicho a todos a dónde fue ella antes, pero no pude.