—¡Tú...! —Las mujeres que fueron reprendidas por ser cerdas no pudieron evitar apretar los dientes. ¡Estaban tan furiosas que querían correr hacia donde estaba Su Wan y despedazarla!—. ¿Que una perra que fue vendida por sus propios padres les llamara cerdas? ¡¿Cómo podían no estar enojadas?!
—¡Al menos somos mejores que una mercancía vendida! ¡Te crees tan genial solo porque tienes dinero! ¡No mires tanto por encima del hombro a los pobres cuando tú saliste del mismo agujero! ¡Estabas en una situación peor que esta! —gritó una de las mujeres, con el rostro encendido de ira.