Los días transcurrieron tan difíciles como los hermanos habían previsto que serían: las heridas de Su Wan eran complicadas de tratar y lo más difícil aún era cuidarla para que se recuperara. Para ellos era como una tortura verla moverse con aquel vestido atrevido, casi transparente, y no abalanzarse sobre ella, pero hicieron un buen trabajo conteniendo sus deseos.
Sin importar cuánto intentara Su Wan seducirlos, ellos no le permitieron romper su voluntad de hierro, ni tampoco intentaron tocarla, algo que a Su Wan no le agradaba. Aunque no lo mostrara, en realidad estaba profundamente preocupada por la posibilidad de que sus esposos no la desearan porque estaba llena de cicatrices y era fea. Había intentado tentarlos de una manera que nadie jamás había hecho, ¡pero ni siquiera la tocaban!
¿Realmente se había vuelto tan fea? No, no... Sus esposos se excitaban al verla desvestirse, entonces ¿por qué no la tocaban? ¿Era por sus cicatrices? ¿No podían tocarla porque esas las apagaban?