Su Wan se despertó al anochecer con todos sus músculos deliciosamente usados y su cuerpo entero se sentía suave y relajado.
Quería dormir un poco más, pero el gruñido de su estómago le dijo que ya era un poco tarde. Sacó la lengua tímidamente ante los graznidos roncos de los cuervos y el tono anaranjado del cielo; era de tarde pero ella seguía en su cama.
Si hubiera hecho algo así cuando todavía estaba casada con ese bastardo, él habría levantado el cielo sobre su cabeza llamándola perezosa y otras cosas por ser demasiado, bla, bla, bla; esas pequeñas cosas la hacían sentir aún más afortunada de ser Su Wan.
Sonrió con alegría mientras rodaba por la cama de un lado a otro, antes de levantarse de la manera menos decorosa y cruzar la habitación hacia el cesto de ropa donde Lin Jing había puesto su ropa.
Lin Jing seguía trabajando en el diseño del gabinete que ella le había dado y por eso seguían usando pequeños cestos y viejos baúles de madera para guardar su ropa.