La Luz del Sanador, Parte Diez

No importaba cuánto bebiera Aphria de su taza, la cantidad de té en su interior nunca disminuía.

Era extraño, pero no indeseado. Concentrarse en este objeto, poniendo toda su atención en la simple tarea de levantar la taza hasta sus labios y sorber de ella, era suficiente para evitar escuchar los gritos de auxilio en sus recuerdos.

Así que, con gusto, Aphria siguió bebiendo de ella, hasta que aquel extranjero apareció por el rabillo del ojo y caminó hacia la mesa.

Aunque no se sentó.

Alejada del té en sus manos, los ojos de Aphria se fijaron en el extraño.

Aphria no podía evitar preguntarse cuántos amantes tendría esta chica en su mundo. Quizás los estándares eran diferentes de donde venía, pero a los ojos de Aphria, poseía el tipo de belleza efímera que uno solo esperaría ver en sueños. Cada vez que sus ojos se posaban en la guerrera, Aphria no quería hacer otra cosa que levantarse y tomarla.