Arabella siguió trabajando y, por la tarde, como prometió, probó el té que le había regalado Ramón. Estaba etiquetado como té de Venus.
Carla e Irene se lo prepararon.
Aspiró al recibir la taza —Mm. Es fragante.
A Arabella le gustó su aroma. Luego tomó un sorbo.
—Y dulce.
Le encantó su sabor dulce. Fue uno de los tés más dulces que había tomado sin necesidad de añadir miel, leche o cubitos de azúcar. Estaba delicioso tal como estaba.
Y solo unos minutos después de tomar una taza, Arabella lo sintió. En efecto, era eficaz para aliviar un cuerpo cansado.
La ayudó a relajarse y recuperar algo de energía. Así, pudo leer un poco más antes de retirarse a dormir por la noche.
Solo sacó un poco de cada sabor para su degustación y guardó el resto para cuando Fernando regresara de las fronteras.
Pasados unos días, envió una carta a Ramón sobre su sabor preferido.