—Alwin, detén esto ya. Soy la Emperatriz. Soy la esposa de Fernando. Y soy Arabella. No soy una falsa. Eres tú quien está actuando tan extraño —señaló Arabella con renovada determinación.
—¿De qué estás hablando? Admítelo ya. No permitiré que estés con Su Majestad. Te mataré aquí mismo para que Su Majestad no tenga que sufrir cuando se dé cuenta de que, la persona con la que ha estado estos últimos meses, ha sido una impostora.
Movió el cuchillo hacia la garganta de Arabella y algunos mechones de su cabello fueron cortados.
«No. Alwin nunca haría esto. Incluso cuando yo era un cadáver, regeneró la pequeña cantidad de cabello que quemó para que Reneé abandonara mi cuerpo. Incluso limpió mi cadáver y lo arregló para que se viera como suelo hacerlo normalmente. ¡Este no es Alwin! ¿Acaso no ha regresado todavía? ¿Alguien se infiltró y fingió ser él en el poco tiempo que estuvo fuera? ¿O alguien está controlando a Alwin?»