—Estoy tan feliz de escucharte decir todo esto.
—Me siento tan cálida por dentro ahora —Fernando la envolvió en sus brazos—.
[Ella sí me ama ahora.]
Una sonrisa arqueó sus labios e iluminó sus ojos.
—Por supuesto.
—¿No te dije que eres mía?
—No diría eso si no sintiera nada —reiteró Arabella.
Era un poco embarazoso seguir diciéndolo en voz alta.
Pero con Fernando que probablemente malinterpreta las cosas por todo lo que sobrepiensa, era mejor decírselo una y otra vez.
—Sí. Soy completamente tuyo —le besó la frente—.
—Entonces, no te estreses demasiado, ¿de acuerdo?
—Sé que preferirías mantenerte alerta.
—Pero el Rey Ícaro ni siquiera me confesó.
—Creo que también está respetando mi matrimonio contigo.
—Y aunque él transmita sus sentimientos por mí, quiero que sepas ahora que lo rechazaré.
—Como dije antes, ya te elegí a ti.
Arabella quería reiterarlo también.
Que no importa qué, ya había elegido a Fernando sobre cualquier otra persona.