Generalmente, Yu Dong siempre tenía una sonrisa muy agradable en su rostro cuando venía a verlo, pero hoy esa sonrisa había sido reemplazada por un ceño muy severo. Xiao Hua siempre se preguntaba cómo era posible que ella se moviera tan graciosamente, con los pies deslizándose en el suelo en lugar de pisar fuerte como otras mujeres, si él no supiera que Yu Dong había nacido del matrimonio en la aldea, hubiera pensado que era una princesa o algo por el estilo. Su elegancia estaba grabada en sus huesos y eso la hacía lucir espectacular.
Su mirada se desvió hacia él, le lanzó una mirada tranquilizadora antes de girarse hacia Zhu Qian. —Hermano Zhu, Chi está solo en casa, ¿puedes cuidar de él mientras yo manejo lo que está sucediendo aquí? —preguntó.