—¿Qué te pasa, maestro He? ¿No fuiste tú quien dijo que solo estaba intentando hacer quedar mal a los aldeanos y que aspiraba al puesto de tu esposa? Que no podía ver que os fuera bien, por eso hice algo así —Yu Dong miró a los aldeanos y muy calmadamente dirigió su mirada hacia He Cheung, quien se escondía detrás de su esposa y le sonrió suavemente—. ¿Por qué no das tus sabias palabras y ayudas también a los aldeanos a salir de este aprieto? Ya que siguen tus órdenes, estoy segura de que sabes qué hacer ahora mismo ¿verdad?