Sintiendo la inmensa presión que emanaba de ella, el hombre de corte militar comenzó a sudar frío.
Aunque era una mujer, no esperaba que fuese tan formidable.
—Sí, sí, lo siento. Estoy seguro de que no conozco a Ángel Solana —tartamudeó el hombre de corte militar.
Cuando se trata de preservar la vida, es mejor ser cobarde.
En esta área del Mercado de Mercenarios, matar no era tan tabú como en la capital real del durian.
Esta hermosa mujer parecía seria, y preservar su propia vida era lo más importante.
Amalia soltó su cuello, haciendo que el hombre de corte militar tambaleara y casi se cayera.
No se atrevió a decir nada más y corrió apresuradamente hacia fuera.
—¿Estás buscando a Ángel Solana? —habló el otro hombre, que había estado en silencio hasta ahora, con una expresión genuinamente curiosa.
Parecía conocer a Ángel Solana.
Amalia lo miró y preguntó —¿Sabes dónde está?