—Señora Miller, ¿tiene miedo? —apuntó Eric fríamente con la pistola a la frente de la señora Miller.
—¿Qué cree que está haciendo? ¡Simplemente invité a la señora Nelson aquí para una visita amistosa! ¿Tiene alguna evidencia para afirmar que la secuestré? —luchó la señora Miller por mantener su compostura digna.
—¿Evidencia? Mi dispositivo de grabación capturó todo —seguramente reconoce a sus propios guardaespaldas—. Ahora, dígame, ¿cómo se sentiría que una bala le atravesara la cabeza? —la voz de Eric destilaba una amenaza gélida—. Sin una lección, esta mujer seguiría creyéndose invencible.
—¡No… no haga nada imprudente! ¡Esta es una sociedad de leyes! —el rostro de la señora Miller se puso pálido y sus piernas comenzaron a temblar.
—Un apretón del gatillo y ella estaría acabada.
Ella observaba la escena, fría y serena. Eric podría haber sido extremo, pero hacía esto por ella, y sabía que tenía sus razones.