La joven maestra se arrodilló con una sonrisa cálida, su rostro irradiando bondad. —¡Hola, pequeños! Deben ser los nuevos estudiantes. ¿Cuál de ustedes es Elias y cuál es Dorian?
Elias rápidamente levantó la mano. —¡Maestra linda, soy Dorian!
Dorian parpadeó, a punto de hablar, cuando Elias se acercó al oído de su hermano. —Esta maestra es muy divertida. No digas nada. ¡Veamos si puede adivinar quién es quién!
Dorian frunció los labios, dudando. Elias rápidamente añadió una oferta tentadora:
—¡Te daré mi parte de las meriendas de esta noche si te quedas callado!
Aunque sus voces no eran fuertes, la maestra los escuchó claramente. Sonrió con complicidad y miró cálidamente a Dorian.
Observando a la maestra y pensando en la merienda prometida, Dorian obediente cerró la boca.
—Déjame adivinar —dijo la maestra con una risita suave—. Este pequeñito con el lunar en la frente debe ser Elias. ¡Mentir no es un buen hábito, Elias!