—Habla —rugió Sean—. ¿Por qué existe esta prueba? Llevaste esto a un centro de pruebas de ADN, ¿por qué acabó en manos de Ava? ¿Por qué... por qué está pasando esto?
La voz de Sean era aguda y cortante. Leah escuchó la pequeña y temblorosa voz de Julia:
—No fui yo... no fui yo —afirmaba—. ¡Me tendieron una trampa! Cariño, ¡no creas las palabras de esa mujer despreciable! ¡Esa mujer deliberadamente guardó esto como un arma para arruinarnos!
Un fuerte estruendo siguió, el sonido de algo que se estrelló contra el suelo.
—Esta letra es claramente tuya —rugió Sean—. ¿Crees que puedes engañarme? ¡Julia… me has engañado de manera tan cruel!
Su furia se volvió incontrolable:
—¡Aléjate de mí! Tú no eres mi hijo... ¡Julia, mujer despreciable, te mataré!
El caos estalló en la habitación mientras Sean seguía lanzando cosas, maldiciendo sin parar a Julia y a Frank. Luego, se escucharon dos gritos aterrorizados:
—¡Papá!
—¡Cariño!