Eric bajó la cabeza y tomó suavemente su mano blanca y delicada como la porcelana. —Ella, lo siento… he sido un cobarde estos últimos días. Te dejé sola...
Ella sacudió la cabeza, interrumpiéndolo. —Todos tienen momentos de confusión y desesperación. Está bien. Mientras estés mejor ahora, eso es todo lo que importa. Pero esta vez, realmente tenemos que agradecer a Dorian. Si no se hubiera enfermado… Los cuatro podríamos haber...
Ella no pudo terminar la frase. Sus ojos se enrojecieron.
Recordó a la madre y al hijo que había visto en el aeropuerto mientras esperaba el vuelo. La mujer había sido deslumbrante, y su pequeño niño, de unos cuatro o cinco años, parecía un pequeño príncipe—tan adorable. Pero después del accidente… desaparecieron en un instante.
Se sintió como si algo hubiera vaciado su corazón. Aunque no eran sus amigos o familiares, eran personas reales, vivas, con seres queridos esperándolos.