¡Dámelo! (Historia Extra)

El cuerpo de Aurora se tensó repentinamente. Alexander siempre había sido gentil, y en ese momento, era gentil al extremo—saboreándola levemente, sus ojos llenos de ternura y amor.

Pero Alexander seguía siendo un hombre, no un santo. Incluso con un beso suave, su respiración se volvía gradualmente errática.

La mente de Aurora quedó completamente en blanco hasta que él dio el siguiente paso, devolviéndola a la realidad. Ella rápidamente agarró la mano que intentaba deslizarse bajo su ropa.

Sin aliento, los ojos de Alexander ardían de deseo. —Aurora… ¡entrégate a mí!

El rostro de Aurora se tornó pálido, sus ojos llenos de pánico. Tenía miedo—no de él, sino de su propia incomodidad.

No tenía experiencia en esto, y el sólo pensamiento la aterraba. —No… no, esperemos hasta estar casados, ¿de acuerdo? —le suplicó ella, mirándolo con desesperación.