El rostro de Aurora se sonrojó instantáneamente. Le lanzó a Everett una mirada fulminante. —¡Cállate!
Odiaba cuando él sacaba esos temas.
Cada vez que lo hacía, una mezcla de resentimiento y dolor surgía dentro de ella, y no sabía cómo manejarlo.
No sabía cómo enfrentar a este hombre. Quería evitarlo. Pero en una situación como esta, todavía dependía de él; él era el único que la hacía sentir segura.
—Lo siento —dijo de repente Everett, con voz seria.
Aurora lo miró, atónita. La luz del fuego iluminaba su rostro con un resplandor naranja profundo. ¿Él... realmente se disculpó otra vez?
Evitó su mirada, incómoda. —Disculparse no significa nada. Por tu culpa, Alexander y yo rompimos.
—Si realmente te amara, no le habría importado. No te amaba lo suficiente —dijo Everett con un evidente desdén.
Aurora soltó una risa amarga y golpeó el suelo con una rama seca. —Hablas muy seguro. Pero si alguien me hubiera tocado—si hubiera dormido con otro hombre—¿no te disgustaría?