—Si tú no la golpeaste, ¿entonces quién lo hizo? —gritó la señora Lewis, con los ojos abiertos de enojo—. ¿Cómo pudo Peyton terminar herida así? No me digas… ¿fue esa pequeña bruja Aurora? —Lanzó una mirada feroz—. Alexander, cada día te estás descontrolando más. ¿Cómo pudiste permitir que algo así pasara? Eres un hombre adulto… ¿cómo pudiste no…?
—Tía, no es así… —Peyton, avergonzada por la apasionada defensa de la señora Lewis, interrumpió rápidamente con voz suave.
—¿Entonces qué está pasando?
—Yo… yo… —Peyton bajó la mirada, incapaz de seguir mintiendo pero demasiado asustada para decir la verdad.
Alexander soltó una risa fría y sacó su teléfono.
—Aquí tengo un video. ¡Ve tú misma!
—No… Alexander, por favor, ¡no lo hagas!
Peyton se encogió con miedo. Si la señora Lewis descubría cómo era realmente, probablemente tampoco la perdonaría.