Del soporte de suero y lo empujó lejos, pero él se volvió a desplomar sobre ella.
—Déjame apoyarme en ti… mm, necesito un descanso.
Estaban tan cerca que parecía que estaban abrazándose. Si alguien entrara, pensaría que era un momento romántico.
Excepto que no lo era. Everett la había acorralado justo contra la pared…
Sus labios rozaron su mejilla, suaves como pétalos. Y su risa —baja y burlona— sonó como un diablo en la oscuridad.
Este tipo no tenía vergüenza.
Aurora le pisó fuerte el pie. Everett hizo una mueca de dolor. Pero antes de que pudiera reaccionar, ella lo apartó de un tirón como un puercoespín en ataque.
—¡Everett, si no empiezas a caminar, te juro que te dejo aquí! —espetó Aurora, con sus bonitos ojos fulminantes.
Everett casi se rió.
Aguantándose apenas, puso cara seria.
—Está bien. Claramente quieres pasar más tiempo a solas conmigo.
Aurora estaba furiosa. ¿Cómo podía alguien ser tan molesto? De verdad quería cortarlo en pedazos.