Faye permaneció con la espalda presionada contra el cabecero, inmóvil, con los ojos muy abiertos, observando a Sterling en shock con un cúmulo de emociones revoloteando en su mirada azul.
El más evidente de los cuales era una sensación paralizante de miedo.
El Duque usó sus poderosas piernas para levantarse lentamente del suelo pero se quedó en su lugar.
Él podía ver que, si se movía demasiado rápido, asustaría a Faye, y Sterling temía que ella pudiera lastimarse al intentar escapar si se sentía amenazada por él.
—¿Estás bien? —preguntó, inclinándose, colocando sus manos sobre sus rodillas y respirando profundamente. Todavía intentaba recuperar el aliento y orientarse.
Miró hacia arriba para ver a Faye asentir con la cabeza indicando que estaba bien, pero ella no se movió ni habló para responderle.