Mirádose en el espejo de cuerpo entero, Faye frunció el ceño al ver todos los chupetones y marcas rojas que Sterling había dejado en su pálida piel. Alzó la vista para ver su imagen reflejada en el espejo.
Su devoto marido estaba enterrado hasta la nariz en un montón de libros de leyes, mordisqueando un trozo de tocino crujiente.
Faye baboseó, observándolo comer, y sintió que Ethan le pateaba el costado. —Lo sé, cariño —susurró, frotándose la barriga—. También tengo hambre, pero primero necesito vestirme.
Faye juró mientras su mano acariciaba el bulto en su estómago. Había crecido más grande de la noche a la mañana.
—¿Qué está tomando tanto tiempo? —preguntó Sterling, devolviéndola a la realidad.
Sus ojos se desviaron por encima del borde de su libro para verla parada en el espejo, mirándolo de vuelta como un animal salvaje, aún desnuda y su cabello mojado sin peinar después de su baño.