Cuando las ruletas del Duque tintinearon al descender los escalones de piedra de la fortaleza, sintió una extraña sensación en el corazón de que, cuando este viaje terminara, las cosas nunca volverían a ser las mismas, y no era una buena sensación. Era un presentimiento ominoso, y dejó su corazón inquieto. Deseaba poder identificar la razón por la que experimentaba estas extrañas emociones.
—¡Comandante! —Sterling escuchó su nombre resonar desde el primer piso. Era Sir Wymar, vestido con su armadura real, esperando hablar con él. Avanzó rápidamente con un pequeño trozo de pergamino apretado en sus manos.
—Acabamos de recibir esto de un cuervo mensajero —Sterling lo tomó, y sus ojos carmesíes recorrieron rápidamente el contenido de la nota, frunciendo el ceño por lo que estaba leyendo.