En la tenue noche, ella se encontraba impresionantemente hermosa de blanco puro, pareciendo un hada que sin querer cayó al mundo mortal.
—Tianling, no fue mi intención esconder de ti que todavía estaba viva —susurró Yan Yue, con una voz encantadora.
La mirada de Ruan Tianling era profunda. Apretó su agarre en el cigarrillo entre sus dedos, se acercó, le tomó la barbilla y levantó su cabeza.
Sus ojos se encontraron, y se vieron incapaces de apartar la mirada.
—Habla, quiero escuchar tu explicación. Más te vale que sea satisfactoria, o de lo contrario… —El hombre no necesitó terminar su amenaza. Ella sabía lo que él haría.
Yan Yue no pudo evitar sonreír, —Tianling, sigues siendo el mismo de siempre. No has cambiado en absoluto. Y precisamente ese temperamento tuyo es lo que amo.
¡Tan dominante, fuerte y arrogante!
¡Tal hombre la hacía sentir profundamente amada y poseída por él!