No te casarás, Lyla.

Nathan

Reí entre dientes, incapaz de reprimir mi diversión. —Papá, eres tan dramático. No sabía que tenías ese lado.

—Ríete todo lo que quieras —replicó, aunque sus labios temblaron por un segundo—. Pero necesitas elegir un Beta. Para que cuando vuelvas de una de tus escapadas y veas tu manada hecha un desastre, te sirva de lección.

—Está bien, está bien —asentí—. Pero ya sabes que depende de Ragnar —dije, refiriéndome a mi lobo—. Hasta ahora, no está de acuerdo con ninguno de los candidatos que hemos tenido. No es mi culpa.

Mi padre murmuró algo por lo bajo pero dejó caer el asunto ya que ya estábamos frente al edificio de la oficina de la manada. Cuando llegamos a mi oficina, mi padre no perdió tiempo en entregarme una pila de archivos que requerían atención urgente.

Durante las siguientes horas, trabajé en los documentos, firmando y aprobando donde era necesario. Mientras él estaba cerca, explicando ocasionalmente puntos clave.