Lyla
Estoy segura de que si Nathan me hubiera dicho que era un alien, un vampiro, o incluso algún mago y hubiera sacado mágicamente una varita y la estuviera agitando frente a mí, no habría sido tan impactante como lo que me estaba pidiendo que hiciera.
Lo miré, con la boca abierta en incredulidad. Las palabras que acababa de decir estaban suspendidas entre nosotros como mal aliento.
—¿Me estás pidiendo que haga QUÉ? —exigí, mi voz elevándose con lo absurdo.
Él suspiró pesadamente, pasando una mano por su cabello. —Haríamos cualquier cosa por estar juntos, ¿no es eso de lo que se trata todo esto? Quiero estar contigo y estoy tratando de sugerir...
—¿Sugerir? —repetí mirándolo fijamente. —¿Qué crees que soy, Nathan? ¿Algún tipo de máquina de hacer bebés? ¿Es eso todo lo que soy para ti? ¿Crees que la solución a todos nuestros problemas es que me quede embarazada? Ya ni siquiera sé quién soy, Nathan. Mi identidad está hecha un lío, está revuelta...
—Lyla, solo escucha...