El aliado inesperado II

Clarissa

La cabaña finalmente apareció a la vista: una pequeña estructura de piedra casi completamente cubierta de hiedra. Parecía intacta, olvidada por el tiempo mismo, perfecta para nuestras necesidades.

Empujé la puerta con el hombro, haciendo una mueca ante el fuerte chirrido de las bisagras. Por dentro, estaba oscura y polvorienta, pero seca y aparentemente segura. Coloqué a Lyla en la pequeña cama en la esquina, levantando una nube de polvo en el proceso.

—Perdón por las comodidades —dije, intentando un tono ligero que no sentía—. No sé por qué tengo esta inclinación a no llevarte de regreso a la casa de la manada. ¿Estoy equivocada? —pregunté por encima del hombro.

Lyla no respondió. Había vuelto a caer en la inconsciencia, su respiración era superficial pero constante.