El Nuevo Orden

Observé el montón de informes en mi escritorio, cada página con números que representaban vidas perdidas y batallas libradas. Habían pasado dos semanas desde los ataques ferales, y todavía estábamos contando a nuestros muertos.

—Cincuenta y tres guerreros muertos en acción —dijo Lenny, parándose firmemente mientras entregaba su análisis—. Otros setenta y dos heridos, dieciocho de ellos críticamente. Perdimos cuatro sanadores que intentaban evacuar a los civiles.

Mi abuelo se movió en su silla, su expresión era sombría. Su brazo seguía enyesado por donde un Feral casi se lo había arrancado. Los Ancianos de la Manada Luna Blanca y el Consejo de la Región de la Montaña Blanca se sentaban en un semicírculo, sus caras solemnes mientras asimilaban las bajas.

—¿Y las pérdidas del enemigo? —pregunté, manteniendo mi voz firme.