Mi corazón golpeaba contra mis costillas mientras me paraba al lado de Ramsey en la frontera norte. Detrás de nosotros, una docena de guerreros de élite mantenían posiciones defensivas, listos para atacar a la menor señal. Los antiguos Ferales, liderados por Kieran, se habían desplegado por el bosque circundante, creando un perímetro invisible que nadie podía cruzar sin ser detectado.
Nathan se acercó lentamente; sus manos levantadas mostraban que no llevaba armas. Se veía diferente de la última vez que lo vi: más delgado, con ojeras. Su expresión era fría y calculadora mientras caminaba hacia nosotros con confianza.
—Eso es lo suficientemente cerca —llamó Ramsey cuando Nathan estaba a unos seis metros de distancia.