Clara sintió el sabor de sangre en su boca y su mandíbula palpitaba de dolor. Las lágrimas brotaron en sus ojos.
—Tú, vieja bruja —dijo la figura fríamente—, su mirada penetrante taladrando a Clara—. Igual que olvidaste enseñarle a tu hija las cosas correctas, tu madre debió olvidar enseñarte también. Pero no te preocupes, siempre estoy lista para meter algo de sentido en mentes desagradables como la tuya. Y no me importa si la persona es anciana: mi manera de enseñar no discrimina por edad.
—Tú, ¿cómo te atreves a golpear a mi madre? —escupió Briena enojada, olvidando sus propias lágrimas.
¡Zas!
Briena se unió a su madre en el suelo, sujetándose la cara. El ardor reflejaba el que su madre había sentido momentos antes, añadiendo a su humillación ya llorosa.
La figura se arrodilló con una rodilla frente al dúo madre-hija.