Regalo

La ropa yacía esparcida alrededor del sofá, mientras los dos cuerpos desnudos se entregaban a un acto apasionado e íntimo sobre ese sofá, sin ninguna preocupación en el mundo.

Los gemidos fuertes y seductores de una mujer llenaban el entorno, intentando mantenerse al ritmo del implacable hombre que la dominaba no solo su cuerpo, sino incluso su alma por completo.

La respiración de Natalie venía en jadeos cortos y temblorosos, su cuerpo cubierto de sudor y las extremidades temblorosas por las olas que ya la habían golpeado una y otra vez.

Se derrumbó de nuevo sobre los cojines, los ojos entrecerrados, el pecho agitado. —Yo... Yo no puedo —susurró, con la voz ronca de placer y agotamiento.

Pero Justin no había terminado.

Se inclinó cerca, sus labios rozando su oído, su voz áspera y mandona. —Sí, puedes. Date la vuelta.

Parpadeó, aturdida. —Pero...