Fuera

Fuera del palacio imperial, había una montaña de la que nadie hablaba.

En la montaña, el Emperador Tang, el Emperador Xiao, el Emperador Yun, Xue Lingtian, junto con Maestro Yuan y Yang Zaixuan, los dos hermanos jurados de Jian Wushuang, estaban todos esperando.

No mucho después, una figura de blanco voló desde el cielo lejano y aterrizó.

Era Leng Rushuang. Su rostro inexpresivo, tan pálido como un papel blanco, combinaba con su habitual actitud fría y glacial.

—Shuang'er —Emperador Xiao llamó a su hija. Él estaba temblando y la miraba con sentimientos complicados.

—¡Todo es culpa de la desgraciada! —Emperador Xiao gruñó repetidamente.

—Padre —Leng Rushuang miró al Emperador Xiao y dijo—, todo está en el pasado. No tiene sentido culpar a Madre. Solo déjala en el Infierno del Trueno y que viva el resto de su vida en paz.

Emperador Xiao no podía simplemente dejarlo pasar.

—Niña, ven aquí —Emperador Tang llamó a Leng Rushuang.