Mientras la mirada de Xuan Yang caía sobre la figura ligeramente cabizbaja de Xu Feng, el tiempo parecía desacelerarse, permitiéndole captar cada detalle de la apariencia del ger de cabello plateado.
El contraste entre los dos era marcado pero complementario: el joven maestro con su pelo negro liso, ojos profundos y expresión reservada, y Xu Feng, el aldeano ger con llamativas cerraduras plateadas, un rostro andrógino y el brillante lunar rojo como pieza central, normalmente más enérgico pero ahora mostrando un atisbo de vulnerabilidad.
—Qué mono —no pudo evitar resumir sus pensamientos Xuan Yang mientras observaba a Xu Feng. A pesar de la situación, o quizás debido a ella, Xu Feng desprendía un encanto irresistible que tiraba de sus cuerdas del corazón.
Sintió un deseo abrumador de colmar de besos a su nuevo erudito, de expresar su afecto de la manera más tierna. Sin palabras, porque a menudo tan pronto como abría la boca, él y Xu Feng se enfrascaban en una batalla de palabras.