La similitud de los dos huevos con los huevos de avestruz se extendía más allá del tamaño. Su forma y textura reflejaban las de ese gran ave no emparentada. Sumando al encanto propio de un huevo de emú, ambos exhibían colores vividos y cautivadores.
A diferencia de la superficie típicamente lisa de otros huevos comunes como los de gallina, estos huevos presumían una textura peculiar. Esta textura única facilitaba que los huevos se movieran por su entorno sin daños, razón por la cual ahora estaban confinados en la cesta.
Siempre que se les daba la libertad de pasear fuera de la cesta o uno de sus lugares designados de descanso, mantener un ojo vigilante sobre los traviesos huevos requería más que solo Xu Zeng.
Si los cuidadores no incluían a Xuan Jian, Xiao Momo o Xiao An, Da Long, en particular, aprovechaba la oportunidad para escapar y esconderse en algún rincón oscuro durante horas interminables.