—El rostro de Lee Hua palpitaba ante la falta de contención de su hijo menor, pero aún así pellizcó la cara del pequeño ger.
—Xiao Momo sonrió con brillo, mucho más relajado aquí de lo que Lee Hua jamás lo había visto —Papá está bien con que ambos estén aquí. Y aquí es donde deberían quedarse.
—La resolución de Partera Lee se fortaleció. No estaba dispuesto a dejar este nuevo hogar.
—Intentaría con más empeño impresionar al Maestro Xu Zeng por sus niños. Estaban tan felices ahora, incluso Xiao An, el cauteloso pajarillo jugaba con alegría con los perros cada día y podía jugar con los jóvenes maestros.
—Esta era una vida que no podían dejar pasar.
...
—La inconsciencia de Xu Zeng parecía no tener límites, para la frustración tanto de Bai Mo como de Xu Hu Zhe —se había convertido en un hecho bien establecido, un pedazo de leyenda susurrada entre los habitantes de la Hacienda Nanshan.