En la quietud de la habitación, las palabras de Xuan Jian atravesaron el silencio como un cuchillo afilado cortando mantequilla —Los niños aman a mi cuñado. Gracias por tu cuidado.
Era una afirmación simple, pero las emociones que transmitía eran profundas.
Por un breve instante, la fachada fría que había envuelto al corazón de Xuan Jian pareció derretirse, revelando vislumbres del calor y la vulnerabilidad ocultos debajo.
Era solo temporal. Tan pronto como las palabras fueron pronunciadas, sus muros volvieron a su lugar, los muros que construyó le impedían derrumbarse.
Xu Zeng respondió secamente —pero el 'mi' no escapó a su atención. Para alguien que parecía ignorar las señales sociales sin querer, las emociones que el dragón, no, su cuñado, le dejaba entrever, tocaban su corazón—. Es mi deber para con mi hermano.
Otro silencio se instaló sobre la habitación, pero esta vez, estaba teñido con una leve corriente subyacente de calor.