—La habitación parecía volverse más pesada con cada momento que pasaba —el peso del suspiro de Xuan Jian oprimiendo el corazón de Bai Mo como un peso plúmbeo. Era más que solo un sonido—era un clavo casi tangible del dolor y la tristeza que pendían en el aire como un sudario.
—Cuando la mirada de Bai Mo se desplazó de Xu Hu Zhe a Xuan Jian, no pudo evitar sentir una profunda empatía inundándolo. Era como si pudiera sentir el dolor crudo de la pena de Xuan Jian tirando de su propio corazón, a tirones en los bordes deshilachados de sus emociones.
—Su anterior determinación de mantener un duelo de miradas en silencio con Xu Hu Zhe se evaporó en un instante, reemplazada por un impulso abrumador de ofrecer algún tipo de apoyo a Xuan Jian, incluso si solo fuera un gesto sin palabras.
—Pero antes de que Bai Mo pudiera siquiera formular una respuesta, la voz de Xuan Jian quebró el frágil silencio, cortando el aire como un cuchillo.